Hoy, de pronto, en un cerrar y abrir de ojos, vi frente a mí, a ocho personas en el pasillo. Cuánta concentración habré tenido durante un buen lapso que no me di cuenta desde cuándo se fueron agolpando poco a poco. Todas estaban esperando que las puertas del pequeño ascensor se diganaran a separarse, y dé paso a una parte del grupo. 1... 2... 3... 4 segundos, ¿segundos que parecieron minutos? No tengo idea. Lo que sí sé es que que todos, hombres y mujeres, prefirieron bajar mejor por la escalera de emergencias. Uno tras otro, una tras otra, una tras otro, uno tras otra... como si la escalera se fuera a desvanecer en un dos por tres.
Pero esta escena no fue la que me llamó la atención, sino la que vino enseguida. Parecía sacada de una caricatura. ¡¡En serio!! Sin moros a la vista, luego de que el pasillo quedó completamente vacío, se abrió el ascensor, y lo más interensante: sin ningún pasajero a bordo. ¿?
¿O el ascensor se asustó con tanta gente que quería subirse en él y suspiró al verse a salvo, o simplemente quiso jugar una broma? 1, 2, 3, 4.... Izquierda, derecha, izquierda, derecha... Vamos, es solo un piso... izquierda, derecha, izquierda, derecha. ¿Quién habrá llegado primero?
Esta escena en realidad me pareció muy cómica. Solo le faltaban ojos al ascensor. Pero a mí nadie me quita la idea de que este ascensor tiene vida propia. ¡¡Que no!! No intenten convencerme. Mejor sigan leyendo: Cuando llego bien temprano a mi trabajo, cuando no hay más de una docena de compañeros en Alcatraz, el ascensor me da la bienvenida. Solo le falta una cola para que la mueva de felicidad. En más de una ocasión -por lo menos unas diez-, sin que nadie lo llamara, este calcula que yo me encuentre a diez metros de él, para que sus puertas se abran. ¿O tiene instinto de madre?
Debo confesar, las primeras veces pensé que alguien lo había llamado antes, alguien que se cansó de esperar. Pero no, el pasillo de ambos pisos estuvieron a osuras. Lo comprobé en ambas ocasiones. Por eso me asusté en las siguientes. Con cinco vivencias en mi haber, la comodidad llegó a mi vida. Ahora, soy yo quien espera que esta vez que el ascensor olfatee mi llegada. ¡Más le vale!
Cambio de página:
Debo pedir disculpas a las personas que han paseado por aquí con la esperanza de encontrar un buen artículo para leer, para descubrir un nuevo periodista a quien seguirle la pista.
Confieso que no he buscado, tampoco han venido a mí por casualidad buenos trabajos. Sin embargo, esa no es la razón. La última vez que publiqué un reportaje muy bueno sobre una de las realidades de América Latina (y el mundo), no se portó bien conmigo este programa. No me brindó todas las herramientas. Sin fotografías, título ni la tipografía de la máquina de escribir -para diferenciar mi pensamiento en este espacio- me declaro en huelga.
Ya, ya... No se preocupen. El idilio renació.
lunes, junio 05, 2006
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2 comentarios:
Sí, creo que el ascensor tiene sus simpatías. A veces se abre para recibirte sin que lo invoques.
Yo sabía. Tiene vida propia entonces. Coincides conmigo. Por lo menos le caemos bien. Espero que nunca se le ocurra abrazarme cuando me encuentre entre sus puertas.
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